Decidido, avanzo mar adentro en aguas transparentes, hasta la profundidad en la que el océano me sostiene completamente.
La sal diluida moja mi envoltura humana, cuál neurona en un mar sináptico. Y dejo fluir mis miedos, las ensoñaciones y emociones, relajándome. Intercambiando sensaciones, mientras las revelaciones naturales, carentes de forma aún, van internándose en mi carne. Las que me harán cruzar el límite de los horizontes pensados. Acuoso recubrimiento que equilibra mi cuerpo, a través de la piel fina y sensible, en un proceso de reciprocidad embriagadora.
Me hallo integrado, dominado por las impresiones, viviendo una relación de incalculable valor. Mecido por una ligera corriente evocadora de destinos hermosos.
Y en un suave despertar, me dirijo a la orilla para seguir con lo cotidiano. Satisfecho con mi forma de agradecer a la “Gran Roca” que nos surca el firmamento, todo por lo que vivo.