Bazar de deseos que aún no han sido anhelados por nadie.
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De nuevo me hallo en un ejercicio de descongestión de delirios ocasionales, pues temo que me avoquen a a la locura permanente.

Hace unos días, se deslizó una idea, que ha ido arraigando a pesar de mis esfuerzos por evitarlo. Sembrando en sus ramificaciones conexiones con principios diversos, alimentándola, sustentándola, justificando su presencia en mis ser.

Hasta donde me es posible identificar fonéticamente, su fundamento radica en comparar sucesos de mi entorno con los sucesos en mi cuerpo, afianzando la relación de que estoy conectado, según la concordancia causa y efecto, con la realidad.

Es su ámbito más general, parece lógico que mis actos, que mis gestos, repercutan en cuerpos ajenos al mío siempre y cuando exista un lazo de fuerzas entre ambos. Un lazo sobre el que, analizado fríamente, es sumamente difícil concretar su naturaleza, o su alcance.

Pensamientos que mueven el mundo, en su mayor parte a través de mi cuerpo o mis palabras, pues cualquier forma de expresión corporal viene dotada de una intensidad, de una intencionalidad, y por tanto, de efectos externos.

Estableciendo que mi mente, atraviesa paulatinamente las barreras que la encierran con una fuerza potencial, desconocida en su extensión.

Autoconsciencia, o responsabilidad individual ética ante la formación de intenciones. Intenciones que se dispersan, aparentando albergar inteligencia propia, más allá de mi organismo.

Ideas vivas, que deciden saltar el muro de mi piel, mientras me pregunto si realmente soy su dueño, su creador, o si realmente puedo gobernar su actuación.

Albergo delirios confinados, procedentes casi todos, de comprobar como mi conducta muestra activamente esa ebullición de ideas, imposible de dominar, de contener.

Pensamientos que conocen lo que ocurre en el entorno donde me encuentro, manejándome a sus antojos. Ajenos a mis leyes, o a conductas moralistas, y que, aunque intente restringirlos, siempre se filtran de algún modo.

Y poco a poco, los orígenes de la personalidad quedan diluidos. Imposibles de reconstruir por mucho que rastree la procedencia de los procesos mentales actuales. Quizá busco un principio conceptual, una piedra angular que impida que me descomponga en pensamientos dispares con el tiempo. Sin control ni autoridad sobre ellos.

No obstante, presencio una esencia ilusoria, un interior descentralizado. Una identidad inexistente, cuya apreciación es perturbadora.